domingo, 14 de junio de 2009

el UP que pudo bajonearme


Es muy poco probable que una película me haga llorar. Peor si es de dibujitos animados.
Fui casi obligada a ver la película UP. No tenía ganas de verla porque la propaganda no me decía nada. Solo veía un viejito cascarrabias volando en su casa amarrada con globos de helio.
Pero tengo que confesarlo. Lloré más que con la canción que tocan en el funeral de Tom Hanks en Philadelphia.
Primero esa niña tan YO de chiquita: traviesa, machona, mandona, que cuando crece se casa con el amor de su vida. Pero se muere y lo deja solo y con el corazón partido!!! Primer llanto.
Luego, él sufre porque no pudo cumplir el sueño de ella de vivir en ese misterioso lugar, y para colmo, por una confusión que incluye SANGRE, se lo van a llevar a un asilo de ancianos. Segundo y profuso llanto.
Para rematar, cuando ya nos encariñamos con Kevin, el avechucho subnormal que resultó ser avechucha, se lo quiere comer una jauría de perros que incluyen los temidos rottweilers y doberman parlanchines, mientras el(a) tal Kevin lucha por alcanzar a su bebuchos. Tercer llanto.
Después, cuando se suponía que ya no deberíamos llorar porque habían escenas de acción tipo Air Force One, se le rompe en mil pedazos la alcancía donde ponían las moneditas para cumplir su sueño…y la foto de la esposa! Cuarto llanto.
Al final todo terminó con alegría y felicidad. Nacieron nuevas amistades, nuevas mascotas, nuevas actividades entretenidas entre un niño de 10 y un anciano de 80.
Nos dejó muy buenas lecciones la película. Salimos felices y amándonos más. Familia que llora unida, permanece unida.
Eso sí, mi rímel chorreado y Visina para Toñito y las Marías.

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