lunes, 26 de febrero de 2018

La vida de mi vida


Hace algún tiempo terminé de leer un libro inspirador que transformó mi vida, Autobiografía de un Yogui. Enseguida muchas cosas buenas empezaron a llegar y con muchísimo entusiasmo me inscribí como estudiante de las lecciones del maestro Yogananda, un legado que este gran sabio de la India dejó para ayudar a cada uno de nosotros en la realización del ser.

A medio camino, las cosas se desordenaron, y muchas de las bases que por años había construido en diferentes aspectos de mi vida, se estaban desmoronando. En ese momento no lo entendí, pero era el tiempo de ponerme a prueba, y no logré superarla.

Por primera vez en mi vida me sentía muy derrotada y empecé a caer en una depresión lenta y silenciosa. Retrocedí el doble de lo que había avanzado. 

Algunas de las personas en quienes, en otras circunstancias, habría buscado desesperadamente apoyo, eran las que precisamente me estaban hiriendo, así que no eran mi opción. A otras no las quise molestar, siempre he pensado que cada uno tiene sus propios problemas como para que yo les cuelgue mi mochila pesada encima. Y justo cuando estaba a punto de ahogarme en algo invisible que me estaba dejando sin aire, empecé a perdonar y a empezar de nuevo.

¡Que difícil es perdonar! Se debe lidiar con muchas cosas, pero una de las peores contra la que he tenido que luchar, es el ego, mi peor enemigo.

Vino, muffins, café, notas de voz, tigrillo, son algunas de las cosas que lograron animarme, venidas de la mano de conversaciones con mujeres sabias, amorosas, confidentes, hermanas de la vida. Tengo a cada una de ellas presente y mi gratitud trasciende este espacio.

Han pasado casi cinco meses desde que mi hija nos anunció que sería mamá, y yo solo quedé en estado de shock, con preguntas sin respuestas, con más terror que mi propio primer embarazo 25 años atrás, con la angustia del nido vacío y la sensación de pérdida infinita.

El tiempo cura casi todo, aclara los pensamientos y nos deja ver la película más clara.

Trabajando en mi necesidad de control, en mi ansiedad por solucionarlo todo rápido, empiezo a entender que esa pequeñita es la vida de mi vida, pero no es mía. Que mi niña ya no es una niña, y tampoco es mía. Que ni todos los cuentos que le conté, ni todas las historias que le actué, ni todas las leyendas que le inventé, las vivió ella, y ahora necesita vivir sus propias historias que contar. Solo espero que me permita ser parte de ellas.


Ahora que no está todos los días junto a mí, ni tan cerca como yo quisiera, me conformo con disfrutarla en ese espacio mágico que logra convertirnos de nuevo en una tribu, solo allí donde vuelvo a ver su sonrisa enorme y sus ojos brillando como la primera vez, cuando su papá la empujaba en una ola y yo la esperaba en la mitad del camino, haciéndole barra, lista para levantarla por si se caía.

martes, 1 de agosto de 2017

El urgente mensaje a García


A propósito de una reserva no confirmada y una llamada que nunca me hicieron, recordé el otro día, una de las tantas conversaciones que tuve en mi adolescencia con una sabia mujer. Ella siempre me daba "lecciones de vida", como le gustaba llamar a su particular forma de aconsejarme.
Una tarde me dijo: "Niña, sabes lo que es el Mensaje a García?". Yo le respondí que suponía que era una carta para un tal señor de ese apellido. Alzando la ceja y clavándome su mirada fulminante, me dijo: "Calla, escucha, y aprende. El mensaje a García significa compromiso. Significa que cuando te ordenen hacer algo, sin importar cómo ni por qué, tú lo vas a hacer, y lo harás bien."  

Andrew Rowan
La historia, adornada y un poco alterada, en resumen va mas o menos así: En 1898, antes de que estallara la guerra hispanoamericana, en donde Cuba se libró de España solo para caer luego en manos de los yanquis, el presidente norteamericano McKinley ordenó a su jefe de inteligencia militar, encontrar a un hombre capaz de llevarle un importante mensaje al General Calixto García, el jefe revolucionario atrincherado en lo profundo de la selva cubana. El hombre a quien se le entregó la difícil misión fue el Teniente Andrew Rowan, quien luego de no recibir especificaciones sino únicamente la orden de "entregarle el mensaje a García"; fue, corrió, subió, bajó, se adentró, se perdió, se ubicó, lo encontró, y le dio el mensaje; que por cierto, para garantizar la absoluta confidencialidad, fue verbal y no escrito. Luego de tres semanas, regresó con la respuesta del rebelde cubano, y bueno, el resto es historia.  

Esto me fue contado de esa forma tan apasionada y vehemente como solo ella podía hacerlo, que más bien sonó a sentencia, y desde ese día adopté la frase como un decreto. Si el tal Rowan pudo cumplir sin chistar, por qué yo no podría.

Una de mis pruebas de fuego llegaría años después cuando dirigía las ventas de una conocida marca de agua. El dueño de la empresa me dijo: "Quiero que esta temporada mi marca se vea en cada rincón de la Península". Ya estuvo, me entregó mi mensaje a García. Ese mes de Febrero se registró la mayor venta de la historia de la empresa, y logramos por los siguientes dos años estar tan posicionados en el mercado y con tanta visibilidad, que nos tildaron de contaminadores visuales.

Me detengo a pensar de nuevo, si yo pude, todos pueden hacerlo. Solo hace falta que esos "todos" tengan el compromiso y las ganas de hacer bien lo que deben hacer.

Hoy, en una clase cualquiera, sea del colegio o de la universidad, es tan común oír a los chicos inventar cada escusa tonta para justificar sus mediocres trabajos. Sí, ya sé, la mayoría fuimos vagos y poco responsables en la época estudiantil, pero, si no todos recibimos lecciones de vida a tiempo y descubrimos nuestro propio mensaje a García, algunos se convertirán en adultos indiferentes, y con esos tenemos que lidiar a diario.


Regresemos a 1899, en el medio Oeste de Estados Unidos. Fue Elbert Hubbard quien escribió un ensayo para el periódico local, tan al apuro, que ni título le puso; sin imaginarse que se convertiría en el escrito más publicado de la historia. Más de cuarenta millones de folletos han sido distribuidos por todo el mundo, y traducidos a todos los idiomas. Entre otros, el Zar de Rusia y el Emperador de Japón ordenaron que una copia sea entregada a cada empleado civil y militar de sus respectivos países. 

Y por si alguien tenga tanta curiosidad como yo, de saber por qué hizo tanta roncha el ensayo aquel, dejo aquí algunos de mis párrafos favoritos que resumen el poder del mensaje. El ensayo completo se lee aquí  Elbert Hubbard - Un mensaje a García

"Requerir ayuda innecesaria, la desatención tonta, la indiferencia necia, y el trabajo a medias parece ser la norma;  y ningún hombre puede realizar sus objetivos a menos que por la fuera o engaño o amenazas obligue o soborne a otros para que le ayuden".

"Es esa incapacidad para obrar independientemente, esa incapacidad moral estúpida, esa blandenguería de la voluntad  y el carácter, ese desinterés y falta de disposición para hacer las cosas de buena gana, ésas son las cosas que han pospuesto para lejos en el futuro la convivencia perfecta de los hombres. Si el hombre no actúa por su propia iniciativa para sí mismo, qué hará cuando el producto de sus esfuerzos sean para todos?".

"Mi simpatía toda va hacia el hombre que hace su trabajo tan bien cuando el patrono está presente, como cuando se encuentra ausente. Y el hombre que, al entregársele un mensaje a García, tranquilamente toma la misiva, sin hacer preguntas idiotas, y sin intención de arrojarla a la primera alcantarilla que encuentre a su paso, o de hacer cosa que no sea entregarla a su destinatario, ese hombre nunca queda sin trabajo ni tiene que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo. La civilización busca ansiosa, insistentemente, a esa clase de hombres. Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue. El mundo entero lo solicita a gritos, se necesita y se necesita con urgencia al hombre que pueda llevar 'un mensaje a García'".

Ciento dieciocho años después de este ensayo, en pleno auge de la tecnología sin fronteras, seguimos clamando por algunos Rowan en cada empresa, porque uno es muy poco,  y cada vez es más común escuchar que no llegó el mensaje porque se acabaron los megas!

viernes, 10 de marzo de 2017

Hablemos de discriminación




Hoy fui a Mi Comisariato del Albán Borja, al igual que lo hago pasando un día desde hace 12 años.

Al entrar con mi hija mayor, el empleado de la puerta le hizo señas y le indicó que deje su bolso en uno de los casilleros. Lo ignoramos, seguimos caminando e hicimos nuestras compras, mientras pensaba en cuál era la diferencia entre la cartera de mi hija y la mía. Su cartera es estilo mochila, tejida con diseños indígenas, muy urbana como ella, y la mía es más grande, y, en el supuesto improbable de querer robarme algo, entrarían más cosas!

Es así como decidí que no dejaría pasar por alto este absurdo, y hablaría con el gerente para sugerirle que cagmbien esos métodos de seguridad que, además de no tener sentido por únicamente basarse en el “estilo” de la cartera, eran muy invasivos y discriminatorios.  

Se acercó el gerente y se presentó como G-R. Le pregunté si funcionaba el sistema de alarma “anti hurto” que tienen a la entrada y salida del local, y me dijo que sí, y agregó, que además cuentan con un sistema muy complejo y eficiente de cámaras de seguridad. Le pregunté cuál era el motivo entonces, de pedirle al cliente que deje su bolso en el casillero antes de entrar. Me contestó que si el cliente no quiere dejarlo no hay problema, pero al salir debía abrirlo para que se lo revise el guardia.

Le expliqué que no era mi caso, pero que irónicamente, mi cartera no fue el problema, y era el doble de grande que la “mochila” de mi hija, y que además, cualquier cosa que salga "sin pagar", seguramente activaría la alarma de la puerta. Entonces, ¿cuál es la necesidad de incomodar de esa forma al cliente? 

El señor G-R no tuvo respuesta, y me indicó que él no cuestionaba las políticas de seguridad de la empresa. 

Mi conversación no iba a terminar allí. Yo necesitaba que alguien con la responsabilidad del importante cargo de Gerente General, razonara conmigo y me diera una respuesta más satisfactoria que esa.

Le sugerí que en las reuniones de trabajo que seguramente tiene para revisión de procesos, análisis de ventas, etc., hiciera llegar mi inquietud, para que revisen estas “políticas de seguridad”, que considero invasivas y discriminatorias.

El señor  me contestó que él no es quién para cuestionar nada, y que ese no es su trabajo.

Me armé de paciencia y traté de razonar una vez más con él. Le dije que hoy en día, gracias a las redes sociales, todos podemos convertirnos en agentes de cambio, y le pedí que se imagine que pasaría si en poco tiempo somos cientos o miles los clientes que nos sentimos ofendidos, y decidimos, por ejemplo, no venir más a Mi Comisariato. El hombre me dijo que no importa, que vaya a la competencia. Ante eso, le hice ver que a la larga, podría afectarles tanto la pérdida masiva de clientes, que podrían hasta cerrar el negocio! Con una actitud infantil, y balanceándose de forma extraña, me dijo que no importaba. Le pregunte sorprendida: ¿No le importaría quedarse sin trabajo? … Y aquí viene la parte más increíble de esta anécdota. El hombre me contesta textualmente: “Mi familia, los G-R, tenemos suficiente dinero y negocios, así que no me preocupa lo que Ud. dice, yo no me voy a quedar sin trabajo”

Increíble que un gerente de una de las cadenas de supermercados más grandes del país se exprese así. Más increíble que a cargo de este señor estén tantas personas sin los recursos económicos de su familia, a los que indudablemente les afectaría quedarse sin empleo. Es que hay que ser demasiado inconsciente, para no darse cuenta que las pérdidas de una empresa que no sabe cuidar a sus clientes, paulatinamente afectará su productividad y en consecuencia la estabilidad de todos sus empleados.

Más increíble todavía, que estas políticas de seguridad vengan de una empresa, cuyos dueños llevan en su sangre judía, el recuerdo de una historia marcada por la intolerancia, la discriminación, los prejuicios, la mente cerrada. Increíble.

Así que ya saben, si cualquiera de nosotros, entra a Mi Comisariato con una cartera, que su equipo de seguridad considera “mochila subversiva", será inmediatamente etiquetado como sospechoso de robo. Aun cuando no suene la alarma, ni sea pescado in fraganti robando, ni haya sido fichado con anterioridad. El personal de seguridad, con todo el despliegue de cámaras, filtros y sensores anti robo, invadirá su privacidad y meterá la nariz en su cartera para asegurarse de que allí adentro no hay ningún producto que no ha sido pagado.



¿Es esto normal? No, no es normal, tampoco creo que sea legal. Es una falta de respeto, es un atentado contra la dignidad.

Y para continuar con mi protesta, no volveré a Mi Comisariato, hasta que alguien de la empresa reaccione, me contacte, me conteste con lógica, se disculpe o me haga ver si estoy equivocada.


Detenernos a pensar en estos atropellos de nuestro día a día, es lo primero para generar un cambio. Lo segundo es levantar la voz y llegar a la consciencia colectiva. Alguien tiene que escuchar.

jueves, 27 de octubre de 2016

Begin Again


Hay cientos de cosas que he dejado de escribir, en parte porque me robaron la computadora y recuperarme del coraje de haber perdido la mitad de mi vida en fotos toma su tiempo, y aunque esta casa parece un cyber, cada maquinita tiene la maña de su dueño. La de la María menor por ejemplo, no tiene Word asi que tengo que usar la versión online con sus terribles limitaciones, y si abro más de dos pestañas al mismo tiempo se apaga. Ella dice que no es ningún virus por ver películas en SeriesPepito, sino porque vino con defectos de fábrica, o sea la computadora. La de la María mayor es una Mac, y no entiendo a donde se me va todo cuando aplasto algo que no debí aplastar. La del esposo está en inglés y tengo que ir tecla por tecla hasta descubrir la ñ o el signo de interrogación, información que inevitablemente se me olvida en el siguiente párrafo.

Pero bueno, ahora con algo de tiempo y aprovechando la ausencia de personal, voy a armarme de paciencia con la menos mañosa, sentarme relajadamente en mi balcón con un cafecito caliente y a ver que sale.

La historia del robo es bastante fuerte, sobre todo luego de descubrir que estuve algunos minutos sola con el ladrón dentro de la casa, pero también creo que fue algo necesario. Ese robo cerró por fin una etapa. 

Ya desde hace algún tiempo no me sentía bien en esa casa, era como si el buen ánimo se estuviera escapando por alguna rendija. Había tantas reparaciones por hacer y nunca alcanzaba el tiempo ni las ganas. La gente alrededor no era agradable, y la verdad yo tampoco. ¿Sería que la casa, que antes de nuestra llegada tuvo su historia novelesca me estaba absorbiendo?

No creo en espíritus chocarreros. Ya este mundo es lo suficientemente terrorífico para que encima veamos adefesios de ultratumba, además siempre he pensado que de existir los demonios me han de tener miedo a mí. Sin embargo, la mala vibra es real, y viene de las entrañas de la gente vivita.

Ese sábado fue el primero en años que no fuimos todos a la playa. A última hora me quedé acompañando a la María mayor que tenía algunos trabajos pendientes de la Universidad, y el esposo se fue con las Marías menores a un campeonato en el norte.

Luego de pasar fuera todo el día, regresé en la noche a la casa. Cuando abrí la puerta escuché un ruido que venía del segundo piso, como de cosas cayéndose. No le di importancia, convencida de que eran mis gatos rompiendo algo, así que entré, cerré la puerta y caminé hacia la cocina. Fue allí cuando vi la puerta corrediza del comedor abierta. Estaba casi segura de haberla cerrado al salir, y mientras dudaba, escuché otro ruido arriba, como de alguien corriendo.

Me acerqué intrigada a la escalera y prendí las luces de la casa. Definitivamente mis gatos no tienen botas, así que algo raro estaba pasando. Mi instinto fue subir las escaleras, pero el sentido común me hizo preguntar: ¿Hay alguien arriba? Silencio total. Segundos después el correteo y cosas cayéndose al piso retumbaron en mi cabeza como un grito que me decía ¡HUYE TONTA!

Salí corriendo y me paré en frente de la casa pensando ¡Qué carajo! ¿Será verdad que aquí penan? Así era mi fe en la humanidad... Hasta que vi a un tipo con su botín saltar por la ventana de mi cuarto al techo del garaje, pasarse a la casa del vecino, correr por un bordillo hacia atrás, y lanzarse al manglar donde se une el muro que separa las casas de un brazo del Estero Salado, allí donde descansa en paz Campanita.

Este profanador me remeció el piso, y no por las cosas que se llevó, sino por los demonios que dejó junto a su afilado cuchillo en mi cama.
Luego tuve que lidiar hasta las 3 de la mañana con un grupo de policías expertos en huellas dactilares que me llenaron de polvo negro la casa, aun cuando les dije que el cuchillo no era mío y las únicas huellas que debía tener eran las del ladrón. Tonta yo, igual cubrieron la casa de forma técnica, exhaustiva, metódica y rigurosa por si los gatos eran cómplices, y entre escena y escena me pedían que los apoye porque no tenían ni para la gasolina. 

Las visitas y llamadas de los guardianes del orden se extendieron semanas, hasta que se convencieron de que yo soy una ciudadana que quiere creer que los servidores públicos deben hacer su trabajo sin propinas, solo allí me dejaron en paz y no tuvieron más sospechosos queriendo colaborar.   Mágico mi país.

La administración de la ciudadela fue otra joya. Resulta que yo fui la culpable por no tener blindaje electrificado en mi casa, o por lo menos un Pitbull, y no fue necesaria la investigación porque según me indicaron con vehemencia, el dueño de la empresa de seguridad es un Héroe del Cenepa. Aplausos masivos.





Esa payasada fue peor que el robo, así que decidí que ya fue suficiente en ese lugar, y enfocada en lo que quería, encontré este espacio que nos encanta, rodeado de árboles, leyendas y muchos gatos.


No me agrada que el señor Roper sea admirador de las FARC, tanto que su gato favorito se llama Mono Jojoy en honor al guerrillero, pero fuera de eso creo que es inofensivo. Aun así no simpatizamos mucho, él dice que soy muy intensa,  y tengo razones para creer que le habla mal de mi a los vecinos. 

No estaremos mucho tiempo por aquí, pero mientras tanto disfruto de los techos altos, del altillo convertido en un Boho-Room, de los desayunos en mi enorme balcón, del bosque y de la red wifi de la alcaldía. 

Aquí me siento de nuevo una Mom in wonderland.

viernes, 1 de julio de 2016

CUANDO TODO VALE LA PENA


Hay frases alentadoras indudablemente, y cuando son citadas por personas representativas como que llegan más y te hacen creer que pueden salir del papel, la tarjeta o el meme, y cobrar vida.

Mis hijas menores conocieron el surf casi al mismo tiempo de conocer el mar, y algunos años mas tarde entraron al complicado mundo de las competencias.

Fueron años de triunfos, barras, medallas, llantos, úlceras gástricas, y mucho material para cartas y blogs. Lo mas importante fueron los aprendizajes, que aunque sin ser muy pedagógicos, lograron su cometido, enseñar lecciones y crecer, a las bravas, pero crecer.

Hoy tengo en mis manos un documento de la Federación Ecuatoriana de Surf dirigida a mi hija menor, que dice entre otras cosas lo siguiente:




1 – Designarla SELECCIONADA ECUATORIANA TITULAR para conformar la Selección Ecuatoriana Junior de Surf, que participará en el VISSLA ISA WORLD JUNIOR SURFING CHAMPIONSHIP 2016 que se realizará en Azores Islands – Portugal.

Se oye lindo, emocionante, se hincha el pecho, y se pone mejor:

2 – Felicitarla por tal honrosa distinción, conocedores de que conforme a su extraordinaria actuación en el deporte, sabrá una vez más, poner en planos estelares, el nombre de nuestro País, en beneficio del Surf Ecuatoriano.

Es en serio? Buenísimo! La Federación Ecuatoriana de Surf reconoce los logros de la deportista que va tras sus sueños.

Pero, luego de hincharse el pecho, inevitablemente le hicieron caliche y lo desinflaron con los siguientes numerales, que entre bla bla bla se resume que No hay plata para mandar al Mundial a ningún seleccionado nacional, por bueno que sea y por honrosa que sea la distinción.

Chas, de un plumazo te desinflan el orgullo, el sueño y las ganas.

Pero, como las mamás hacemos lo imposible por nuestros hijos, empecé mi campaña de lograr su sueño.

así fue como llegué a la cuenta de Twitter del Ministro de Deporte, Xavier Enderica Salgado, y descubrí que este ex campeón sudamericano de natación, tiene muchas frases motivadoras en las que ha de creer, porque al fin y al cabo, luego de ser Medallista, es Ministro, todo un logro inspirador.




Empecé entonces a enviarle tuits que no ha contestado, y aunque sé que es un Community Manager quien maneja su cuenta y no necesariamente él, esta al tanto de lo que escribo, sino cómo se explica que ante cualquier amenaza o chiste de mal gusto hecho por X tuitero a cualquier servidor público, a los 10 minutos ya tienen hasta su muestra de ADN y es amplio material para las sabatinas, si señor, así es.


Mis tuits son mas bien informativos, poco dignos de persecución, espero:



Como la frase del Ministro, espero que esto valga la pena, así que no desistiré hasta alcanzar la meta. Para mi es cómodo y fácil, desde mi celular o sentada frente a la computadora.

Ah, pero para quién fue difícil llegar hasta aquí para alcanzar su meta fue mi hija, la deportista, la jovencita de 17 años que se mete a remar como si le hubieran dado cuerda, la que se aguanta el miedo a las olas grandes, la que se cuida en lo que come y se saca el aire entrenando, la que siempre tiene una sonrisa dulce y lágrimas de alegría porque es llorona como ella sola, la que me dice que le encanta verme saltando en las rocas y gritando “Vamos negrita, Dale!”, la que quiere cerrar su ciclo de competencias con su sueño, su último Mundial.  







martes, 7 de junio de 2016

Mi propio Eat, Pray and Love



Cuando meditas durante mucho tiempo […] acaba brillando la gloria de la Divinidad. Te das cuenta entonces de que siempre ha habido algo hermosísimo dentro de ti, y no lo sabías».
-Paramahansa Yogananda 

Tal vez este camino lo empecé a recorrer hace más de un año sin saberlo.

Mi esposo tenía un par de meses sin ingresos fijos y las cosas estaban bastante difíciles, por eso fue una oportunidad increíble cuando nos propusieron entregar el almuerzo del personal de una empresa.

Mi respuesta inmediata fue Por supuesto! Solo habían dos pequeños detalles: no sabía cocinar, ni tenía idea de los costos de nada.

Mi familia había sobrevivido todos estos años con cuatro únicas comidas: pollo apanado con puré y arroz; carne frita con menestra Facundo; seco de pollo (con el refrito licuado); y pollo con fideos y salsa de sobre. Bueno, y una que otra variante básica y sencilla.

Eso no era saber cocinar, mucho menos para 200 personas!

Recordé entonces a la mamá de una buena amiga de mi infancia. Al enviudar, ella emprendió algunos proyectos y todos sus negocios tuvieron éxito, la comida fue uno de ellos. Así que le pedí su opinión, si ella estaba dispuesta a enseñarme cómo hacerlo entonces aceptaría el reto. 

Generosa y pacientemente me enseñó los secretos y no tan secretos de la cocina. Con cuántas papas se hace un locro, cómo se pica la cebolla, cuántas presas salen de un pollo, cómo hacer el aliño perfecto, entre miles de cosas más, de las cuáles no tenía ni idea, y que llenaba sin parar en mi agenda.

Yo estaba impaciente por empezar a pelar una papa, y mi maestra no me dejaba acercarme a la cocina. Mi primera lección fue un trabajo de campo: averiguar costos de cada ingrediente en todos los mercados y comercios de Guayaquil.

Amanecer a las 5 am en el Mercado de Transferencias no fue tan difícil como aprender los diferentes cortes de carnes, conversión de medidas y aplicar la regla de tres simple para sacar la relación de peso y cantidad. No solo me sentía en el colegio de nuevo, sino que me convertí en el impaciente Daniel, el jovenzuelo de Karate Kid.   

Durante 15 días, desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, mi Señora Miyagi estuvo compartiendo conmigo sus dotes culinarias, y lo que por momentos me parecía exagerado y excéntrico, terminó siendo necesario para mi aprendizaje.

Nada saldría de su cocina sin antes ella haberlo probado, así que finalmente el gran día había llegado. Me ordenó hacer un plato yo sola, desde el principio hasta el final, ante su mirada fija con la ceja alzada y un cigarrillo en la mano mientras me tomaba el tiempo.

Presentación del plato, consistencia y sabor; las tres cosas que analizaba en silencio. Cuando por fin le estiré el plato con terror, me dio su veredicto con estas palabras: “Hija, que orgullosa estoy de ti! Has superado al maestro”  

Mi primera Fritada
Lloré de la emoción! Esas palabras venidas de alguien tan estricta y perfeccionista eran invaluables! Ya estaba lista para cocinar sola, o al menos eso creí.

Las semanas siguientes me dejó equivocarme en las medidas, los tiempos y la sazón. Se me quemaron muchas cosas, me enseñó a reparar algunas y a tirar sin remedio otras.

Fueron meses de intenso trabajo. Cuando no estaba cocinando, preparaba el menú para la siguiente semana, compraba los ingredientes por quintales para bajar los costos, recorría todos los mercados o repartía la comida.

Los jueves se convirtieron en todo un reto, entregando además de los almuerzos de toda la semana, cenas para la Fundación "Pan para mi Hermano", una hermosa obra de la que fuimos parte. 




Los aprendizajes que todos ganamos superan a lo demás. Toda la familia se involucró y compartimos esta etapa que nos dejó grandes lecciones, que sin duda nos prepararían para lo que vendría después.

Mi negocio de la comida duró solo un año. Estuve a punto de tirar la toalla algunas veces, porque conocí de primera mano las bajezas del ser humano. Solo el consejo amoroso de una de mis hermanas de corazón impidió que abandonara el reto. Sin caer en detalles que no quiero recordar, solo diré que la ambición y la envidia de las personas a quienes alimentaba, hicieron que terminara mi contrato. Sin embargo, en lugar de deprimirme, entendí que esa era una lección para mi ego, y la vida se encargó después de llevarme por otro camino, uno para el que recién empezaba a estar lista.

Hoy veo las cosas de una forma muy distinta. 

Durante la primera etapa de mi cocina empecé sintiéndome la protagonista de “Como agua para Chocolate”, poniéndole a cada queja más pasión, a cada comentario negativo un ingrediente más delicado. Pero luego el título más apropiado fue “Eat, Pray, Love”, y el aceite de oliva que utilicé fue acompañado de una oración de agradecimiento y buenos deseos.

Al final, todo termina regresándonos.  

Namaste.