martes, 27 de octubre de 2009

Los días que vinieron y vendrán


Me imagino que esta historia en nuestra familia va a seguir de largo, porque aunque la pequeña Cristi ya salió de peligro, siguen en el aire muchas cosas que demorarán demasiado en evaporarse, o tal vez nunca lo hagan.
Las cosas obviamente ya no serían iguales, desde el momento en que la -por decir lo menos-inescrupulosa e inconsciente mujer que le hizo la endoscopía y le perforó el duodeno a mi hija, decidió hacerse la loca y desconectarse de la situación, y el director del hospital, corroboró el estúpido y equivocado diagnóstico.
Luego de que se me iluminó el cerebro y saqué a mi hija de ese, como bien llamé, Hospital del Terror, para poner su vida en manos del Dr. Ramiro Navarrete y su excelente equipo médico, nuestra historia ha podido continuar, porque la operación y su evolución han sido un éxito. Por fin, luego de 10 largos y duros días, estamos de regreso en nuestra casa de la playa, y muchas cosas, a más de la Clínica, nos están pasando la factura.
Campanita, la gata voladora, nos recibió con un larguísimo, miau, y mis plantas necesitaron agua, mis conversaciones locas y un poco de insecticida porque las hormigas hicieron su agosto en algunas hojas.
El pobre Toño con su metro ochenta y cinco, tiene la espalda triturada luego de dormir conmigo en un sofá cama de 1 plaza y casi nada de espuma.
Andreita anda dando vueltas por la casa con cara de República Dominicana. La pobre sabe que difícilmente podrá ir al viaje de fin de curso planeado.
La Titi parece diablo en botella porque no puede hacer coreografías, ni skate, ni bajar a la playa con su hermanita. Que mala semana para tener vacaciones!.
La Cristi se mueve despacio y todavía se marea, se acuesta, se aburre, se duerme.
Anoche no pudo dormir bien, tiene muchas conversaciones, imágenes y momentos mezclados en su cabeza, así que tuve que acostarme con ella otra vez hasta que se durmiera, y dejarle la luz del corredor prendida.
Ve su barriguita y encuentra 38 marcas donde estuvieron 38 grapas, 1 orificio a la izquierda donde estuvo una sonda en su estómago, 2 orificios más a la derecha de donde salían dos sondas que drenaban no se qué, 3 marcas más junto a su hombro izquierdo de donde salía un catéter conectado al corazón. Esta apropiada para la fecha, parece víctima de Drácula, o la hija de Frankenstein.
El otro día se le ocurrió operar a su oso. Con la Titi como ayudante, usó todos los implementos quirúrgicos que sobraron de la Clínica, y la grapadora del escritorio del papi. Le hizo los mismos cortes que ella tiene, y entre risas que salían del cuarto- quirófano, escuché que decía: “doctora, cuidado le corta el duodeno”.
Tengo ganas de quemar la “loncherita” que nos dieron en el Hospital Roberto Gilbert, me trae malos recuerdos, pero no sé si la necesite para algo cuando los demande. Me imagino que se podría convertir en la prueba # xxxx, por si intentan desaparecer evidencias de que estuvimos allí.
Y no es que vea mucho CSI, sino que todo lo que he escuchado de ese Hospital y su director, me hace estar segura que la pelea va a ser dura, así que por si acaso, cualquier prueba de que mi hija entró allí por una vil endoscopía, y la saqué tres días después con una hemorragia interna y un diagnóstico equivocado de pancreatitis, me servirá de algo.

domingo, 18 de octubre de 2009

Mi peor pesadilla


La intuición me falló. Se supone que a las mamás no nos falla, quien inventó esa aseveración no entiende como nos destruyó con la culpa a las que sí nos falló.
Se me metió en la cabeza que después de dos meses de dolor estomacal de mi Cristi, debíamos hacerle una endoscopia. El miedo de repetir la historia de mi ñaño me atormentaba, asi que en contra de la voluntad de Toño, se programó la endoscopia para el lunes.
Era ambulatorio, un proceso rápido hecho en el hospital de niños Roberto Gilbert. El director, amigo y colega de mi papá, nos dijo que era cosa de todos los dias allí, pan comido, y que el aparato especial para niños no le causaría ninguna incomodidad.
En el área de recuperación (le habían puesto anestesia general) la Cristi me miró y me sonrió, y luego, en un segundo todo cambió. Durante 1 hora la sostuve 6 veces mientras vomitaba sangre.
Alexandra Salvador, doctora que le realizó la endoscopía, me decía que era normal porque tenía el estómago delicado debido a la gastritis que le encontró y a las biopsias que tomó.
Como no mejoraba y tenía mucho dolor, por insistencia nuestra la ingresaron.
En toda la noche y madrugada siguiente vomitó 15 veces más, siempre con sangre. El dolor abdominal empeoraba pese a todos los sueros con medicamentos que le administraban, y no la dejó dormir esa madrugada por mas de 5 minutos seguidos.
Toda la incompetencia de las horas siguientes de auxiliares, licenciadas, doctora y director, sumada a las venas perforadas, hicieron que no creyera en las decenas de exámenes que ordenaron posteriormente, ni en el hematólogo que llevaron y sus estúpidos síndromes raros que según él ocasionaban el sangrado, y que los exámenes descartaron.. Y el dolor? Seguían diciendo que era normal.
El miércoles en la mañana, cuando aún seguía con el dolor, la Dra. Salvador la revisó y como la encontró bien de ánimo y con el vómito controlado, me dió la receta para los medicamentos que tendría que darle una vez dada de alta, según ella, esa misma tarde.
Mi papá por teléfono y a 150 km de distancia ordenó un eco de abdómen que a la doctora nunca se le ocurrió pedir. Ese eco fue mal interpretado por el propio director del Hospital: Enrique Valenzuela, como una pancreatitis, y sin hacerle ningún examen confirmatorio, pretendieron ponerle una sonda naso gástrica y seguir bombardeándola de medicamentos.
No lo permitimos, y allí fue cuando decidimos sacarla volando de ese hospital del terror, y fue la última vez que la doctora Alexandra Salvador nos llamó. ¿Creerá que estamos en la playa haciendo castillitos, o se imagina la suerte de mi hija? Solo su conciencia lo sabe.
Desesperados por el tiempo perdido, llevamos a mi Cristi donde su pediatra, que al examinarla con el cirujano, coincidieron en lo que posteriormente los exámenes revelarían. A mi hija le perforaron el intestino!
La doctora Alexandra Salvador le perforó el duodeno al hacerle la endoscopia. Por qué diablos dejó pasar tanto tiempo sin sospecharlo y corregirlo, si cada segundo que pasaba era vital!!
De emergencia la ingresamos a la clínica Kennedy y allí hicieron exámenes minuciosos y correctos.
Esa noche la operó de emergencia un equipo de médicos de los que estaremos agradecidos toda la vida.
Es grave, su pronóstico es reservado, eso me aterra.
Todos me dicen que los niños se recuperan rápido, que mi hija es súper valiente, que están impresionados de lo luchadora que es, nuestros amigos y familia rezan por ella a cada instante. Yo le he pedido perdón a Dios por dudar de El, por haber perdido la fe tantas veces, porque hoy, luego de las oraciones de todos sin importar sus creencias, es claro que mi hija lo está superando poco a poco gracias a un milagro, que comenzó desde que salí de ese hospital sin permitir que la sigan atormentando, hasta que llegó a las manos correctas a través de las cuales Dios está trabajando.
La desgracia irreparable por la que estuvimos tan cerca de pasar, la viven a diario miles de niños, y no es justo. Son miles de familias destruidas por la negligencia, por la insensibilidad, por la falta de acción cuando los segundos cuentan. Si mi papá no fuese médico, si yo no tuviera las agallas y carácter que tengo, si mi esposo no hubiera estado allí para tomar decisiones y apoyarme, hoy mi hijita seria un número mas en la lista de niños que entran pero no salen con vida de ese hospital.
Algo tendré que hacer, pero ahora, mientras escribo en el cuarto con mi hijita rodeada de sueros largos que salen de su cuerpo, peluches, tarjetas, un pequeño altar y mucho amor, solo puedo rezar y esperar pronto verla de nuevo pararse de manos en la playa que tanto extraña.

lunes, 5 de octubre de 2009

En la Ciudad de La Furia


Hace casi ocho meses publicaron en diario El Universo una carta que les envié acerca de la terrible ola de inseguridad que se estaba viviendo en Salinas. Allí relataba el asalto que sufrió el personal de la distribuidora donde yo trabajaba. Minutos antes yo había salido y por eso me salvé del horror que vivieron mis compañeros, que luego de eso engrosaron la fila de ecuatorianos estresados, paranoicos y aterrados.
Me pregunté cómo era posible que haya tanta base militar en la Península adiestrando a soldados para defendernos de invasiones extranjeras imaginarias, y no puedan salir a practicar por lo menos un ratito con enemigos reales. Los mandé a las calles, en lugar de estar parados como soldaditos de plomo en las garitas, o jugando al tiro al blanco, día tras día, costándole millones al estado. Pero no me pararon bola los que leyeron mi nota, si es que la leyeron.
La ola de asaltos a mano armada y bien organizada bajó muchísimo, claro, se acabó la temporada de playa. En su lugar quedaron los estruchadores de barrio que se meten a las casas abandonadas a ver que se llevan, y una que otra muerte por saldo de cuentas entre pandilleros. “Nada del otro mundo”.
El problema ahora más que nunca es Guayaquil, y ya que los militares están por allá, seguro que los choros regresarán por acá.
Y lo que más me preocupa es la clase de delitos que se cometen a diario. Estos seres están enfermos, llenos de odio, degenerados a su máxima expresión. No roban y ya, sino que matan y torturan con saña y frialdad. No entiendo como un delincuente de estos puede salir del maletero, meterse al taxi, y luego de robarle a la infortunada pasajera piensa ah, espérate un ratito que aprovecho y te violo. ¿?¿?¿? Entran a una casa a la hora que sea, y si hay mujeres y niños..ah, espérate que aprovecho y te violo.¿?¿?¿?¿?¿? No entiendo.
Entonces estamos en una sociedad de locos sicópatas, y para un loco sicópata no puede haber una cárcel normal. Estos enfermos no pueden salir NUNCA de la cárcel-siquiátrico a la que pertenecen, y deben ser castrados por si acaso se llegaran a escapar.
Qué se está haciendo al respecto? Por lo pronto la cárcel del municipio está de adorno, sugiero que encierren allí para siempre a todos estos sicópatas, y les den de comer la llave licuada en la crema de brócoli.
Por otro lado, existen muchos trabajadores sociales en el país, ¿estarán haciendo algo por los cientos de miles de niños que viven y crecen en el entorno monstruoso que los convierte en eso a lo que tanto le tememos? Cada vez que veo en las noticias casos como el bebé que es entregado nuevamente a su madre “arrepentida” luego de botarlo en un tacho con el cordón umbilical todavía pegado, me doy cuenta que no, nada se está haciendo, y lo poquísimo que se quiere hacer, se lo hace recontra mal.
Si yo fuera un cuento, ¿qué personaje sería? Antes hubiera respondido La Sirenita, hoy me moriría por ser El Flautista de Hamelin.
Hoy, cambiaría feliz mi amado mar por el trabajo de eliminar ratas de la ciudad de la furia.