lunes, 23 de agosto de 2010

Del cine y sus lecciones

Después de una sesión de fotos llenas de olas y mucho frío, nos fuimos toda la tribu a ver Karate kid. Estuvo bastante bien porque la verdad no me acordaba de la primera versión (hace tanto fue?) pero igual saltó la duda de aquel entonces: Por qué se llama Karate kid si lo que practican es Kung Fu… ¿será para que no suene Kung Fu Panda Kid? No sé. En todo caso nos divertimos tirando hielos, hablando como chinos y cosas similares que solemos hacer en el cine.

Al final, cuando salieron las letras, nos quedamos viendo las fotos de la película detrás de las cámaras. Se veía a un Will Smith bastante chocho, y a mí la lágrima se me caía. Me imaginaba a mis Marías haciendo lo suyo y yo allí orgullosota.

Todo mi película mental se interrumpió con un: “Mami no vayas a buscar en Twitter a Will Smith y escribirle felicitándolo por el hijo, qué vergüenza!”; y un peor: “Mami, dejaron solita a esta niñita…” Miré intrigada, y me di cuenta que solo estábamos nosotros y ella en la sala vacía del cine. Era una niñita de unos 7 años que seguía comiendo su canguil divertida. Le preguntamos su nombre y dónde estaba su mamá, pero solo repetía mirando a la pantalla algo que sonaba como “se acabó”.

Decidimos esperar unos minutos acompañándola porque seguro llegarían pronto por ella, pero nada. Pasaron más de 20 minutos, y decidí que era tiempo suficiente para que la mamá o el adulto que esté con ella saliera del baño! Pero nada, seguíamos allí frente a la pantalla gris.

De pronto la niñita se levantó y nos dijo “chao”, y todos saltamos como resortes atrás de ella. No podíamos dejar sola a esta pequeñita.

Sutilmente la tomé de la mano y le dije que me quedaría con ella hasta que llegue su mamá, aunque para mi sorpresa, me soltó la mano, me dijo “chao” y siguió caminando hacia la salida del cine.

Miré para todos lados buscando a alguien desesperado con cara de padre irresponsable al que se le perdió la hija, pero nada.

Así fue como los cinco comenzamos a seguir a la niñita por el centro comercial a ver hacia dónde iba, hasta que entró en un local y salió una señora a recibirla con una sonrisa y un gracias….¿gracias? ¿Cuándo me pidió que le cuidara a la hija? Ya iba a descargar mi ráfaga sobre ella cuando la chiquita me abrazó fuerte y así se quedó un buen rato… luego fue a hacer lo mismo acompañado de besos para cada uno de la tribu. La mujer nerviosa (por mi cara supongo) nos explicó que la nena era su sobrina de Quito que estaba de visita, que se le complica cerrar el local para llevarla al cine, que todos los del cine ya la conocen, que ella se conoce el centro comercial de principio a fin, y que siempre hace lo mismo. Y a mí no me entra en la cabeza cómo dejan sola a una niñita tan pequeña en un cine.

Aprendí algo de ella ese día, fue mucho más autosuficiente que muchos niños, incluso mayores, y me avergüenza haber dado por hecho que, por su condición (síndrome Down), no sabría a dónde ir.

Esta vez ella tuvo un final feliz, como la película.

lunes, 16 de agosto de 2010

38 que no juega

Ahora sí.

Y llegaron mis 38. No contaré acerca de las tarjetas, besos, cenas y regalos que recibí, porque quiero centrarme en algo raro que me pasó.

Si este post cayera en manos de los implicados, es una razón extra para no dar mi brazo a torcer, ya que de seguro no me insistirían jamás en volver.

Lo explico:

Recibí una llamada extraña. La persona al otro lado del celular me invitaba a formar parte de una naciente industria, decía que tenía buenas referencias de mi trabajo en el área de las ventas, así que definitivamente era yo la persona que necesitaban en su compañía.

Incrédula por experiencia no le hice mucho caso, hasta que la tuve abajo de mi casa explicándome sin parar durante casi dos horas la millonaria inversión que había hecho, y cómo necesitaba darle marcha con mi ayuda.

Allí empezó mi aumento de peso por el stress y los dolores en la vesícula de puro coraje.

En dos meses aprendí lo que ningún escrito acerca de las consecuencias nefastas del consumo de drogas nos puede enseñar.

Los principales de esta compañía (que no tiene nada que ver con las drogas por cierto) son ex adictos rehabilitados. No es que formaron una fundación ni nada por el estilo, sino que uno de ellos con bastante éxito en los negocios y capital, creó una empresa e invitó a sus ex compañeros de infortunio a trabajar con él.

Y así es como me vi rodeada de personas tan raras, tan cambiantes, tan con las neuronas pulverizadas, que todos los días parecían salidas de una dimensión diferente.

Mi coco wash “esto no me afecta” y “ya mismo es quincena, boba” parecía tener efecto limitado, ya que si me afectó, y no hay quincena que pague lo que cuesta mi salud mental.

Esta persona a la que le pondré de nombre Walkman Shake, cambiaba de idea agitando la cabeza, lo juro! Era algo increíble. Podía hablar de 20 temas diferentes en 1 minuto y olvidarse de todo en 10 segundos más.

Para aumentar los desvaríos, Walkman Shake y todo su clan eran fanáticos de una religión popular, pero como ya lo he visto tantas veces, adaptada a sus conveniencias y antojos. Así es que pude ver como estaban permitidos los insultos, las calumnias, el hablar a espaldas del prójimo, no pagar las deudas contraídas, y despechos amorosos a lo “atracción fatal”, pero eso sí, todos los días empezaban y terminaban con bendiciones, canticos y rápidos encuentros con clientes a la salida del Templo.

Yo me declaré agnóstica, así que siempre pasé de todos esos ritos truchos.

Lo que no puede evitar durante dos largos y tortuosos meses fue el sonido de mi celular a las 5:00 de la madrugada o a las 11 de la noche, horas preferidas para el “proceso creativo” de Walkman Shake, imposible de no compartir conmigo.

La compañía está creciendo, tiene un producto excelente, una infraestructura envidiable, apoyo publicitario digno de una multinacional…pero a donde llegará todo esto con personal salido del sombrerero loco y el país de las maravillas?

Me rehúso a ser Alicia, así que aunque el sueldo era muy bueno y las promesas mejores, elijo regresar a mi hamaca y a mi blog alejada de las malas compañías.