lunes, 12 de diciembre de 2011

Mucho más que lazos para el pelo





La Cristi llegó un día emocionada con cientos de cintas de colores en la mano a darme la noticia: “ Mami, vas a hacer lazos para venderlos con mis amigas y recaudar fondos para una familia sin casa!”

En la clase les habían pasado un video sobre una familia muy pobre que necesitaba ayuda porque su casa se estaba cayendo. Se les ocurrieron muchas actividades para recaudar fondos, y ese fin de semana harían una feria de dulces y lazos.

Contagiada con la emoción de esta chiquita, tomé un curso express en Youtube, y a los pocos minutos aprendí a hacer lazos de formas y colores increíbles, mientras ella me contaba la historia de la familia: La Sra. Carmen es una anciana que cuida sola a su bebé de 37 años, que no se puede valer por si mismo. Ella sale muy temprano a vender cabezas de pollo en una parada de bus, mientras su hijo la espera en una casa medio destruida. El plan: hacerle una casa segura para los dos y ayudarla en su negocio. 

Cuando llegó el día la acompañé al lugar elegido para la venta. Fue muy divertido ver a estas niñitas de 12 y 13 años con carteles llamando la atención de los conductores y parando los carros con las manos llenas de galletas, tortas, lazos, limonada, y una sonrisa de oreja a oreja que hacía casi imposible resistirse.


Todo fue un éxito, y junto con otras actividades que hicieron, lograron recaudar un total que superó la meta inicial.


Pero no todo terminó allí. La mejor parte llegaría un par de semanas después cuando nos invitaron a formar parte de la construcción de la nueva casa.

Estos son los restos de lo que fue su casa. Los niños no podían creerlo.



Luego los papás bajaron una por una las paredes de la nueva casa.....
.....el techo,

y mientras Andy pintaba, se acercaron los nietos de la Sra. Carmen a ayudar.


cuando por fin subieron a conocer la casa, sus caras de felicidad nos compensaron todo el día de trabajo. Los nietos le decían: "abuelita su casa es enooormeee"



Viendo alrededor de esta casa y escuchando a los nietos de la Sra. Carmen, recordamos que la situación de ella no es muy diferente a la de sus vecinos y familiares. Comparten mucho más que la "vista" de sus casas.





Ella es Mayomi de 2 años, la penúltima de 5 hermanos. Su hermana mayor de 9 años, estaba muy preocupada porque se descuidó y esta pequeñita se manchó la ropa con pintura.



La menor de todos tiene apenas 1 mes, todavía no tiene nombre, y llora sin parar.

Cada uno cuida al que le sigue, mientras sus papás se ganan la vida en un circo, en el número que mejor saben hacer: “la rueda de la muerte”.


Le pregunto a esta joven mamá de 26 años si lleva a sus hijos al circo con ella. Me responde que nunca quisiera que trabajen allí. En realidad yo me refería si los llevaba a "disfrutar" del circo, pero enseguida con su respuesta me quedo pensando que ellos no se divierten, es solo su peligroso lugar de trabajo. 


Antes de irnos, les preguntan a mis hijas: "¿Van a regresar? Queremos volverlas a ver!" Y ellas les responden: "Lo prometemos!"



Para mí, el verdadero logro no fue solamente que esta familia levantó de nuevo su hogar, sino que nosotros creamos lazos tan fuertes que nos recordarán siempre que es maravilloso ayudar a los más necesitados, no solo con bienes materiales, sino con compañía, solidaridad y esperanza. 







miércoles, 27 de julio de 2011

Mis múltiples Mascotitas Vol. 2 o Diario de una Perra

Si la teoría de la reencarnación se aplica a los animales, estoy segura que Macarena fue una perra bien perra en su otra vida.

Llegó a la familia como un acto de piedad, porque según me cuentearon mis hijitas, si no la aceptábamos se la regalarían a un amigo que  recién había  atropellado por accidente a su cachorrito, y claro, no podían permitir que caiga en manos irresponsables….

La Maca, fue separada de su mamá al mes de nacida, allí se definió su bipolaridad. 

Mezcla de labrador con no se qué, nos enamoró desde el primer día que la vimos, pero como el amor no es eterno para todos, a los cuatro días ya no la quería la mayoría, y nos tocó a la Cristi y a mí defenderla de las ganas de todos de hacerla desaparecer.

Cuando tomó confianza, empezó a destrozar zapatos, comerse las plantas, alterar a  la gata Campanita, clavarnos sus colmillos en los tobillos, vaciar el intestino siempre atinando fuera del periódico, y gruñirle con odio a la palabra NO. 

Entre periódicos sucios, Pinoklín, tierra de sembrado en la sala, y Campanita como la canción "flaca ojerosa cansada y sin ilusiones", cedí a la presión de buscarle un nuevo hogar con patio y jardines frondosos.

Elegí entre algunos candidatos que la querían, a una linda familia con hijas, patio y jardines frondosos. Así que, con el corazón partido, la entregué junto con su pañalera, sus juguetes y su lazo de mariposa.

La nueva familia le cambió el nombre a “Moca”, pero siguió siendo la misma “Maca” bipolar: tímida-cariñosa-ojitos dulces, y luego malcriada-furiosa-colmillos asesinos.

De todas formas me dio alegría cuando me la devolvieron luego de dos semanas! No puedo decir lo mismo de Toñito, que repetía sin cesar: “Dígale a su amiga que lo que se regala no se devuelve!!”.

Me leí todos los artículos de internet que explicaban que solo estaba en su etapa de cachorro, y así mismo es; y me vi todos los programas de Cesar Millán, que me enseñaron que debo prestar atención al mensaje “No lo haga si no es un profesional”, pagando caro mi error de querer ponerla patas arriba para que me obedezca.

El lado oscuro de la tribu no claudicaba en su ilusión de deshacerse de ella, así que pronto encontraron a un tercer dueño en su corta vida, y allí la vi irse una vez más con su pañalera y con un nuevo nombre: “Crack”.

El propio Toñito me la trajo de regreso, cuando se enteró que la pobre Maca-Moca-Crack no había comido en días por la pena, que le dieron encebollado de pescado, que la soltaron para que pasee sola, y que terminó en la clínica con suero luego de haber comido veneno de ratas.

Una vez más conmigo, empecé a hacer planes de trotar con ella en la playa, enseñarle que me traiga el periódico y que camine a mi lado disfrutando del mar. Todo tan imposible como enseñarle a cocinar y a arreglar la casa.

Sus alteraciones de conducta se hacían más graves al aire libre, gruñendo para que la suelte y atacando al que tenía más cerca. Primero fue a mis hijas a las que sacó corriendo aterradas. Yo insistí que solo estaba jugando y que eran unas exageradas, así que decidí demostrarles como se la paseaba, y regresé con la sangre chorreando de mi dedo del NO, y la camiseta rota. Entonces fue cuando la tarea del paseo recayó sobre el vago del guardián, que me dio bastantes horas de diversión desde el balcón.

Aceptando que teníamos suficiente con nuestras propias locuras familiares como para tener una perra agarofóbica y bipolar, acepté devolverla a su hogar inicial con sus padres. Allí descubrí que su mezcla de Labrador con “no se qué” era Pitbull.

Con pena, pero ya no tanta, me despedí de La Maca.
  
Por ese raro instinto maternal perruno, pensé todos los días en ella, y sospeché que de nuevo me necesitaba. Y como este hombre mío me ama tanto, me llevó a visitarla, y horrorizados vimos que era un saco de huesos, asustada y llena de pulgas y no se cuántos bichos mas. Apenas nos vio se abalanzó a nuestros brazos gimiendo y temblando, y por primera vez vi lágrimas en un animalito.

Aunque tenía tantas ganas de regresarla conmigo, no pude hacerlo, estábamos con el cambio de ciudad y ella necesitaba tranquilidad para recuperarse. Logramos dejarla en la casa de playa del hermano de Toñito, en donde no solo le dieron muchos cuidados hasta que se curó, sino también un hogar con amor, mar, arena, y espacio con jardines frondosos.

La fuimos a visitar hace dos semanas. Se abalanzó cuando nos vio, pero no con la mirada suplicante de “sácame de aquí por favor”, sino moviendo la cola y saltando de alegría. Se la veía hermosa, feliz, con su pelo dorado brillando.

Parece que el mar cura casi todas las locuras, porque se tranquilizó, aprendió a obedecer y a caminar por la playa a lado de su nuevo dueño. Puede ser que esté creciendo, aunque creo que está enamorada, porque la vimos a lado de un lindo labrador blanco que con cara de Justin Bieber buscaba nuestra aprobación.

Ojalá que la Maca haya cumplido su karma, y sea algún día muy feliz con su versión Bieber Labrador y con su propia tribu.

miércoles, 1 de junio de 2011

LO QUE NADIE CONTÓ DEL MUNDIAL JUNIOR




El resultado de nuestros competidores fue mejor de lo que muchos esperaban. El equipo de las niñas también contribuyó de una manera clave en el puntaje final, que si bien no fue entre los 10 primeros, no está mal alcanzar el puesto 16 entre 28 selecciones, considerando además que para muchos fue su primer mundial.

Pero lejos del resultado, hay una serie de factores que llevan a él.

Empezaré diciendo todos los días nos cruzábamos con selecciones fácilmente identificables porque tenían gorras, chompas para el frío, camiseta y calentador con colores o nombre del país. Nuestros competidores también eran fácilmente identificados, pero porque parecían la selección de la escuelita del chavo: unos en zapatillas, otros sin zapatos, unos en short y otros en pijama.

Luego, la casa que ayudé a alquilar fue entregada en condiciones desastrosas, parecía que la noche anterior se hubiera festejado allí la despedida de soltero de Shrek, con sábanas que hubieran podido alumbrar toda la cuadra si se les ponía la lamparita de CSI para encontrar ADN, los baños de terror perpetuo,  las duchas sin conocer nada sobre la ley de la gravedad, porque las abría y se lavaba el techo!  Ese fue el primer momento en que se evidenció la falta de carácter y responsabilidad del Team Manager, ya que salió corriendo apenas escuchó mi reclamo a la dueña de la casa, detallándole los puntos que necesitaban atención inmediata.

El intenso entrenamiento de los chicos, incluía tres sesiones diarias de surf de aproximadamente dos horas cada una: a las 6:30 am, luego a las 11:30 y finalmente a las 4:30 p.m., siempre con un viento helado que nos tenía a los espectadores sin glamour, con suéter, medias, gorro y bufanda, sin embargo, ellos tan felices haciendo lo que les encanta, entrenando sin quejarse y super animados. Lo que sí era terrible y pretexto para que muchos no se bañen en varios días, era que nadie se preocupaba de prenderles el calentador de agua, y llegar a las 7 de la noche, morado de frío, a bañarse con agua salida del refrigerador debe ser terrible.

Los primeros días hice las compras de la comida, ayudé a servir, a cocinar, les hice mis famosos pancackes, ensalada de frutas, etc. Pero al ver que los primeros en sentarse a comer y quejarse eran el manager y el seudo sicólogo, se me acabó el espíritu colaborador. Así que hasta allí llegó el refrigerador lleno, porque el Team Manager nunca hizo las compras para varios días sino solo para el momento. Los chicos empezaron a comer tarde y mal. Cuando había leche no había pan, cuando había mermelada no había mantequilla, cuando había pollo no había frutas, y cuando no había agua para tomar, se empezaron a lavar los dientes con la de la llave que era de pozo.
Allí empezó lo peor. Dos chicos con diarrea, que no se la controlaban sino que les daban Gatorade! Que por cierto era mío, y lo llevé para la hidratación normal de mis hijas deportistas, no para la diarrea!!

Uno de ellos tenía dos días enfermo, y el otro cuatro. Sin ningún medicamento ni reconstituyente suministrado, me pareció lo más lógico usar el seguro médico que el mismo Manager nos hizo contratar antes del viaje. Era obvio que no le importaba a nadie más hacerse cargo de la situación, así que llamé desde mi celular al número de emergencia de la tarjeta, y en una hora estuvo en la casa la ambulancia. Les recetaron tres frascos de Pedialyte, antibióticos, y dieta blanda por dos días como mínimo. Además, el médico dispuso que durante el heat, esté cerca el jet ski por si recaían y había que auxiliarlos, ya que estaban débiles. Es decir, lo que fue irrelevante para algunos, para los profesionales era algo muy serio.

Está de más explicar el ambiente tenso que se vivía, y yo automáticamente me convertí en la bruja de la casa.

Irresponsablemente, nunca se les puso límites a los chicos, ni en horarios ni en comportamiento, llegando algunos tan tarde, que ya no timbraban la puerta, sino que descubrieron como entrar por el techo de la casa, mientras que el adulto responsable de los chicos, roncaba a pata suelta sin preocuparse de estos menores de edad que habían sido dejados a su cargo.

En algunas casas, se hicieron fiestas en las que terminaban ebrios los menores de edad. Nuestros chicos son super tranquilos, y nunca los vi tomar ni fumar, pero sí compartían ese ambiente poco adecuado hasta altas horas, sin que el manager o cualquier otro de los adultos esté con ellos.

Las bromas entre los chicos son comprensibles, pero algunas incluyeron cejas y piernas depiladas, calzoncillos usados restregados en la cara, golpes entre las piernas, y un sinnúmero más de tonterías que incomodaron a los afectados, pero fueron motivo de burla de los chicos y adultos de la casa, que en lugar de aconsejarlos y exigirles respeto para evitar problemas mayores, chacoteaban como uno más.

El último día de la competencia fue de festejo por el triunfo de Perú. Advertidos por los locales de que estábamos en un lugar de mucho alcohol y drogas, decidimos acompañar a nuestras hijas a la fiesta y cerciorarnos de que todo esté correcto. No estuvimos más de media hora, y fue suficiente para ver niñas y niños borrachos por todas partes, otros haciendo espectáculos mientras bailaban al ritmo del “perreo danzal” más sucio imaginable, otros gritándole obscenidades a las jovencitas que pasaban delante sonriendo sin entender nada, no sé si porque hablaban otro idioma, o porque estaban en otro planeta. En esa fiesta se quedaron todos nuestros competidores solos, a excepción de las niñas que cada padre horrorizado nos las llevamos de regreso a la casa.

Para mi mayor desgracia y para rematar la situación, un señor que funge como sicólogo de la selección, me hizo un cursi poema de amor en el que me dijo con mirada de Antonio Banderas, algo así como que “sueño que estamos en el firmamento”, que yo soy no se cuál astro y él es otro, que desde que me vio se enamoró de mí, y no se cuánta otra idiotez. Este cubano con pinta de Papá Noel de pueblo, que puede ser mi abuelo, me dejó perpleja y no me quedó otra que reírme, aunque sinceramente no le encontré la gracia. Pero lo peor fue que me canceló hasta el día que nos regresamos! No me volvió a hablar desde que le conté a otra mamá lo del poemita, y le dije que le haga uno a ella también. Que habrá pasado por su senil cabeza? Que viviríamos un romance secreto?

Otro episodio super desagradable me sucedió con el entrenador físico, un cubano de 1.80 de alto, que tuvo un exabrupto terrible en el que me mandó a callar y regresar a mi cuarto como niña malcriada.  Al no tener la respuesta educada que esperaba de mi parte, explotó gritando y respirando con dificultad, al borde del colapso, y mostrando una cara y temperamento que nunca más en mi vida quiero volver a tener cerca, porque me da pesadillas.

Si al final cada padre terminó pagando las inscripciones de sus hijos al Mundial, la alimentación y el valor que cobró la aerolínea por llevar las tablas, todo eso porque la FES no tenía dinero para cubrir esos costos, era mucho mejor que no lleven a un sicólogo que se presentó en el aeropuerto el 29 cuando su vuelo había sido el 27, ya que estaba despistado haciendo poemitas baratos; o que no lleven a un juez que no era juez del evento, por lo tanto nuca se necesitó ningún juez; o que no lleven a un entrenador físico que llegó el día de la competencia, cuando ya no necesitaban un entrenador físico. Todos estos adultos de más, fueron con boletos de avión y sueldo pagados por la FES, que no tuvo dinero para los competidores.

Allí, en la casa de la selección, se dejó quince días a menores de edad en manos de adultos irresponsables. ¿Será por eso que nos falta mucho para ser campeones?

martes, 10 de mayo de 2011

Mis Múltiples Mascotitas

La primera mascota que recuerdo de mi infancia fue un Pastor Alemán negro y regordete de tres meses que duró 3 días en la casa. Ese fue el comienzo de llantos desconsolados y peleas entre El Bueno: “Pero mira que lindo es, voy a trotar todas las mañanas con él y será nuestro guardián”, y La Mala: “estás loco! Yo no voy a limpiar lo que haga ese perro! Llévatelo o me divorcio!”. Y en la mitad dos niños llorando la vida en vano para que no se lo lleven. No sé por qué a El Bueno le encantaba repetir la historia, sabiendo que La Mala tenía el casette grabado con la misma canción, y los niños el mismo berrinche. Lo cierto es que comenzaron a desfilar los cachorros por la casa y se iban más rápido de lo que llegaban. Me acuerdo de Coka, una Weimaraner hermosa que le destrozo los mandiles a El Bueno, y se hizo malo, mientras La Mala se reía victoriosa.

Se me ocurrió entonces llevar unos gatitos que salvé del guardián piromaniaco de mi colegio. Llegué a mi casa, le dije a El Bueno que tenía un secreto que contarle, y cuando abrí la lonchera y salieron 3 raquíticos y pulgosos gatuchos, descubrí que no le gustaban los animales, solo los perros que le regalaban.

Definitivamente crecimos los niños llorones, y juré que cuando tuviera mi propia casa con mis propios niños llorones, tendría mis propias mascotas y nunca las iba a devolver. No me imaginé que me estaba poniendo la soga al cuello.

Nuestra primera mascota propia fue una iguana bebé. Andreita tenía 3 años y estaba felíz con su bicho. Lástima que no le gustaba el arbolito de navidad donde la pusimos, ni los pedacitos de manzana que le dábamos, así que decidimos soltarla en el parque antes de que se ponga tiesa enfrente de la niña.

Nuestra segunda mascota propia fue Santa, una linda conejita. Andreita la amaba tanto, que la perdonó cuando se le comió la nariz a su muñeca. Un día se quebró la pata y empezó a enfermarse. Ya no saltaba, ni se comía las narices de las muñecas. El veterinario dijo que lo mejor era hacerla dormir. Nos despedimos de ella y le pusimos la inyección que la llevaría eternamente a prados verdes rodeados de jugosas zanahorias. No se qué pasó, pero el viaje al más allá tendría que esperar, porque en lugar de dormir plácidamente, empezó a convulsionar sin control. Aterrados la llevamos donde un experto en conejos: El Gordo de María. Allí no sé qué le hizo pero nos la entregó en una cajita dormida plácidamente en los pastos verdes (si sé que le hizo pero mejor no quiero contarlo)

Años después llegó Camila, la golden retriever. Todo iba perfecto, hasta que la buena de mi vecina decidió meterse en el proyecto “Adopta a un perro sarnoso y con garrapatas”. Los bichos se pasaron de su muro al mío, y la pobre Camila terminó con Babesiosis. Su tratamiento llevó muchos años pero finalmente se recuperó. No puedo decir lo mismo del patio de la casa, que aunque le pusimos todos los químicos que existían en el mundo, solo con un lanza llamas se podría haber acabado con tal plaga. Debo decir que la casa era alquilada, y no estamos en las oraciones de los dueños.

Camila pasó los últimos años con nuestra familia en la playa, no porque se haya muerto, sino porque la secuestraron, todo por culpa de Toño, quien sería a partir de entonces mi propio El Malo. Un día, entre chiste y no chiste, le dijo al cómplice guardián: “Si alguien se quiere llevar a la perra se la da no más”, y el guardián obedeció.

Muchos años después encontramos a un gatito callejero llorando en la calle y decidimos adoptarlo. Era tan chiquito que le tenía que dar la leche en gotero. Unos días después Toñito trajo a Campanita, una gata persa hermosa, que destronó al pobre gatuchito, que se veía más feo que antes. Regalamos desalmadamente al gatucho y nos quedamos con Campanita.

Ahora la vida de Campanita es como la nuestra, entre la playa y la ciudad. En la playa se ha lanzado cinco veces del balcón (4 tortuosos pisos). En la ciudad vive en una planta baja, y todavía no entiende cómo se le desapareció el mar cuando se asoma a la ventana. Pero aquí sigue hasta el día de hoy, acompañándonos en la loca tarea de ser nuestra mascota, y aunque las tácticas de suicidio no le han funcionado, estoy segura que lo seguirá intentando.

jueves, 24 de febrero de 2011

Todo por una corbata

Hace un par de meses estaba un coreanito en algún punto de nuestra costa ecuatoriana, viendo con sus ojos rasgados hacia el horizonte, mientras esperaba el barco con la pesca diaria para completar algunos contenedores para Asia. Su sorpresa fue enorme y sus ojitos se abrieron hasta redondearse por primera vez en su vida, cuando en lugar de la pesca habitual, llegó el barco lleno de un pescado que ningún local sabía qué mismo era, solo él.

Así que, cual “Ron Damón” con los billetes que “El Chavo” creía que eran para el álbum de cromitos, aquel coreanito hizo que los pescadores se quedaran sin hablar, sin moverse, sin respirar, sin decirle a nadie, mientras apuradito y pelando los dientes de la felicidad hacía un par de llamadas que nadie entendió. Parece que le atinó a algo grande porque al día siguiente se olvidó de su familia coreana y se instaló a vivir cerca de la playa para comprar todo aquel pescado raro que el Océano Pacifico pueda botar, hasta el día de hoy.

Pero, como los chismes vuelan, al poco tiempo ya estaban más asiáticos por estos lares buscando el famoso “ribbon fish” que por primera vez en la historia salía en Ecuador. Y fue así como llegó un chinito a nuestras vidas.

Toñito lo recogió en el aeropuerto con cartelito al estilo Hollywood, lo trajo a la playa, lo instaló en el mejor hotel, sirvió de traductor (porque en el mejor de hotel de aquí, la única persona que hablaba inglés renunció una semana atrás por la mala alimentación), lo invitó a cenar, y cerraron algunos negocios.

El chinito satisfecho con la atención y el producto ofrecido, creyó que era común aquello en este país, y decidió que quería pasar unas largas vacaciones aquí en la tierra prometida.

Caminando por el malecón se encontró con una pareja de viejitos, que por señas le ofrecieron alquilarle una habitación en $200, pero al chinito le pareció muy poco y les pagó $ 300. Luego, feliz por el negocio que había hecho, nos invitó a comer. Llegó con claras señales de haber sido víctima de un avivato vestido con un short multicolor de unas 3 tallas más grandes, y con un corte de peluquería de quinta tan tenaz que dudo le vuelva a crecer el pelo, pero él estaba feliz.

Una semana después decidió salir solo a conocer más playas cercanas, macro error. Lo llamó a Toñito para ponerle el teléfono en la oreja del taxista, y que le pregunte por qué le estaba cobrando $160 por regresarlo a Salinas desde un pueblo llamado “La Entrada” si le había dicho inicialmente $80. No hubo forma de hacerle entender al taxista malvado que si tiene un auto a diesel no habrá gastado más de $ 8 en ir y venir, y que cobrarle más de $30 al chinito, solo por ser chinito, es un abuso que en su pueblo lo pagaría con azotes de ortiga y agua congelada. No le importó nada, y lo dejó botado allí en media carretera insultándolo en quichua, como si fuera poco no entender español.

El chinito siguió las instrucciones de parar un taxi amarillo y solo decir “Salinas”, pero luego de una hora y media llamó desesperado porque el taxista le quería cobrar $100 por la carrera y dejarlo botado en pueblo llamado “Chulluipe”.

Una vez más llegó Toñito a salvarlo, y mientras discutía con el taxista por estafador, éste se baja el cierre del pantalón, y comienza a vaciar la vejiga sin ningún reparo por las miradas de sorpresa, asco y coraje.

Finalmente al aterrado chinito aprendió que no debe hablar con extraños, ni subirse en taxis, ni salir a pasear, ni demostrar que es chinito, ni salir del cuarto que alquiló por $100 más de lo que le pidieron.