
Hace unos 5 meses recibí una llamada a mi celular: “Buenos días, quería confirmar la cita de mi hijo”. Dije “equivocado” y cerré.
Enseguida otra llamada: “Buenas tardes, es el consultorio de la doctora Salvador?”. Me quedé unos segundos callada, porque ese nombre me descompone totalmente. No recuerdo si estaba muy ocupada en algo, lo cierto es que sin darle mucha importancia a la fea coincidencia contesté de nuevo “equivocado”.
Al minuto sonó el teléfono pero esta vez de mi casa: “Buenas tardes, disculpe, quiero hablar con la Dra. Alexandra Salvador, parece que tengo mal el número de celular…” Mi reacción inmediata fue decirle que no me hacía ninguna gracia semejante llamada. La mujer al otro lado parecía no entender, y me explicó que solo quería confirmar la cita de su hijo para la endoscopía. Me pareció una coincidencia muy extraña para ser cierta, pero igualmente le conté todo lo que le había pasado a mi hija con esa misma doctora meses atrás. La mujer me lo agradeció y colgó.
Ayer me sucedió algo muy emotivo. ¿Fue una coincidencia? ¿el destino? Porque no creo que haya sido una broma de mal gusto.
Recibí un mensaje al celular que decía textualmente esto:
“Buenas tardes, acabo de leer su publicación de la mala experiencia que tuvo con su niña, pues yo estoy a la espera de que esta misma doctora me diga si hay o no que hacerle este mismo procedimiento a mi niña de 2 años. Ruego a usted indicarme que gastroenterólogo la está viendo, ya que con lo que acabo de leer se me han salido las lágrimas solo de pensar en el horror vivido...quieren hacerle una endoscopia….pero mi corazón de madre me dice que no, y creo que esta es una señal a mi corazonada….sienta en su corazón que ha logrado que otra madre no viva este terror, y espero que su niña esté bien ahora”
Al preguntarle cómo consiguió mi celular, me envió el link donde vio la publicación, y resulta que es de un periódico.
Había olvidado que en mi desesperación de esas semanas, me desahogué no solo en mi blog sino en muchos lugares más. Bueno, uno de ellos lo publicó, pero añadió mis números de teléfono que usé en el registro de la página y nunca pensé que publicarían.
Automáticamente en algunos sitios de búsqueda se relaciona mi número con el nombre de la susodicha que ya no quiero mencionar, es por eso que he recibido estas llamadas.
Me alegra mucho pensar que de algo sirvió haber contado lo que vivimos. Tal vez se salvó un niño de caer en las manos de esa gente inescrupulosa con la que nos topamos hace exactamente 1 año.
Hoy la pequeña es feliz en la playa y usa bikini sin importarle la cicatriz, ya tiene planeado que a los 18 se la borre un cirujano plástico.