miércoles, 27 de julio de 2011

Mis múltiples Mascotitas Vol. 2 o Diario de una Perra

Si la teoría de la reencarnación se aplica a los animales, estoy segura que Macarena fue una perra bien perra en su otra vida.

Llegó a la familia como un acto de piedad, porque según me cuentearon mis hijitas, si no la aceptábamos se la regalarían a un amigo que  recién había  atropellado por accidente a su cachorrito, y claro, no podían permitir que caiga en manos irresponsables….

La Maca, fue separada de su mamá al mes de nacida, allí se definió su bipolaridad. 

Mezcla de labrador con no se qué, nos enamoró desde el primer día que la vimos, pero como el amor no es eterno para todos, a los cuatro días ya no la quería la mayoría, y nos tocó a la Cristi y a mí defenderla de las ganas de todos de hacerla desaparecer.

Cuando tomó confianza, empezó a destrozar zapatos, comerse las plantas, alterar a  la gata Campanita, clavarnos sus colmillos en los tobillos, vaciar el intestino siempre atinando fuera del periódico, y gruñirle con odio a la palabra NO. 

Entre periódicos sucios, Pinoklín, tierra de sembrado en la sala, y Campanita como la canción "flaca ojerosa cansada y sin ilusiones", cedí a la presión de buscarle un nuevo hogar con patio y jardines frondosos.

Elegí entre algunos candidatos que la querían, a una linda familia con hijas, patio y jardines frondosos. Así que, con el corazón partido, la entregué junto con su pañalera, sus juguetes y su lazo de mariposa.

La nueva familia le cambió el nombre a “Moca”, pero siguió siendo la misma “Maca” bipolar: tímida-cariñosa-ojitos dulces, y luego malcriada-furiosa-colmillos asesinos.

De todas formas me dio alegría cuando me la devolvieron luego de dos semanas! No puedo decir lo mismo de Toñito, que repetía sin cesar: “Dígale a su amiga que lo que se regala no se devuelve!!”.

Me leí todos los artículos de internet que explicaban que solo estaba en su etapa de cachorro, y así mismo es; y me vi todos los programas de Cesar Millán, que me enseñaron que debo prestar atención al mensaje “No lo haga si no es un profesional”, pagando caro mi error de querer ponerla patas arriba para que me obedezca.

El lado oscuro de la tribu no claudicaba en su ilusión de deshacerse de ella, así que pronto encontraron a un tercer dueño en su corta vida, y allí la vi irse una vez más con su pañalera y con un nuevo nombre: “Crack”.

El propio Toñito me la trajo de regreso, cuando se enteró que la pobre Maca-Moca-Crack no había comido en días por la pena, que le dieron encebollado de pescado, que la soltaron para que pasee sola, y que terminó en la clínica con suero luego de haber comido veneno de ratas.

Una vez más conmigo, empecé a hacer planes de trotar con ella en la playa, enseñarle que me traiga el periódico y que camine a mi lado disfrutando del mar. Todo tan imposible como enseñarle a cocinar y a arreglar la casa.

Sus alteraciones de conducta se hacían más graves al aire libre, gruñendo para que la suelte y atacando al que tenía más cerca. Primero fue a mis hijas a las que sacó corriendo aterradas. Yo insistí que solo estaba jugando y que eran unas exageradas, así que decidí demostrarles como se la paseaba, y regresé con la sangre chorreando de mi dedo del NO, y la camiseta rota. Entonces fue cuando la tarea del paseo recayó sobre el vago del guardián, que me dio bastantes horas de diversión desde el balcón.

Aceptando que teníamos suficiente con nuestras propias locuras familiares como para tener una perra agarofóbica y bipolar, acepté devolverla a su hogar inicial con sus padres. Allí descubrí que su mezcla de Labrador con “no se qué” era Pitbull.

Con pena, pero ya no tanta, me despedí de La Maca.
  
Por ese raro instinto maternal perruno, pensé todos los días en ella, y sospeché que de nuevo me necesitaba. Y como este hombre mío me ama tanto, me llevó a visitarla, y horrorizados vimos que era un saco de huesos, asustada y llena de pulgas y no se cuántos bichos mas. Apenas nos vio se abalanzó a nuestros brazos gimiendo y temblando, y por primera vez vi lágrimas en un animalito.

Aunque tenía tantas ganas de regresarla conmigo, no pude hacerlo, estábamos con el cambio de ciudad y ella necesitaba tranquilidad para recuperarse. Logramos dejarla en la casa de playa del hermano de Toñito, en donde no solo le dieron muchos cuidados hasta que se curó, sino también un hogar con amor, mar, arena, y espacio con jardines frondosos.

La fuimos a visitar hace dos semanas. Se abalanzó cuando nos vio, pero no con la mirada suplicante de “sácame de aquí por favor”, sino moviendo la cola y saltando de alegría. Se la veía hermosa, feliz, con su pelo dorado brillando.

Parece que el mar cura casi todas las locuras, porque se tranquilizó, aprendió a obedecer y a caminar por la playa a lado de su nuevo dueño. Puede ser que esté creciendo, aunque creo que está enamorada, porque la vimos a lado de un lindo labrador blanco que con cara de Justin Bieber buscaba nuestra aprobación.

Ojalá que la Maca haya cumplido su karma, y sea algún día muy feliz con su versión Bieber Labrador y con su propia tribu.

3 comentarios:

  1. Jajajaja muy bueno! La Maca por fin encontró su paraiso!

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  2. Linda historia. Saludos a la Maca cuando la veas.

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  3. hermosa narración.....me encantas como escribes me senti involucrada es mas siento que conozco a MAca......

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un café siempre da de qué hablar...