jueves, 10 de junio de 2010

Mi viaje por El túnel del Tiempo

Mis hijas se quedaron fascinadas, pensaron que era un aparato de última generación lo que tenía muy cerca de mi ojo enfocando hacia la luz.

En realidad se trataba de un mini proyector de slides de hace 35 años que mis papás sacaron del baúl de los recuerdos junto con más de mil diapositivas en miniatura, y que solo los nacidos en la década de los setenta o antes sabrán de lo que hablo.

Fue así como viajé en cuestión de segundos a la casa de mis abuelos donde pasé tantas Navidades felices con mis primos, a la casita de playa con el patio lleno de conchitas y caracoles (que hoy son casi imposibles de encontrar en las playas ecuatorianas), a mi disfraz de Caperucita Roja, al bote inflable motivo de peleas, y a mi pasión por subirme a los árboles.

Descubrí que mi mami tenía un look hippie increíble, que mi sobrina se parece mucho a mí, que mi abuela paterna nunca sonreía, que mi tío se parecía a un integrante de Sui Generis y que mi ñaño siempre estaba abrazándome.

Recordé la Chooper que me regalaron en lugar de la BMX que pedí, el Subaru rojo, los Majis, la Ferreti, el Roller Vito donde me rompí la boca por ganarme la cola Tropical con hielo frappe, el parque de Urdesa, mis tortas de cumpleaños con chicles que me hacía la Tía Delia, y el olor de la pipa que fumaba mi papi.

También me hice algunas preguntas: ¿qué pasó por la cabeza de mi mami cuando creyéndose peluquera me dejó el pelo como Tiko Tiko?, ¿con qué autorización regalaron mi camiseta de Heidi?, ¿por qué la sala del papapa tenía una papel tapiz tan feo?, ¿Estaban de moda los zapatos de bolos? ¿Por qué mi mami usaba pelucas hermosas con cintillos tan fashion y a mí me vestían como campesina? ¿Cuánto pesaba mi mami, 105 libras??

Preguntas que luego de más de 30 años no tienen respuesta porque el alemán anda rondando cerca de algunos, pero lo que nadie puede negar, dada la evidencia, es que los locos Adams fuimos muy felices.