Como todo lo que dejo para después, le debía un post a nuestro primer viaje por el norte peruano. En esa ocasión viajamos sin saber exactamente a dónde llegaríamos, ni el camino que debíamos tomar. Fue toda una aventura que terminó luego de casi 9 horas en un pueblito recóndito y con nada más que desierto y mar llamado Organos. Más famosa y turística es Máncora, a solo 15 minutos de allí, pero elegimos Organos porque la foto de la casa que vi en internet me encantó.
Esa noche llegamos pasadas las 11 y como la casa no estaría libre sino hasta el día siguiente, nos quedamos en la hostería “Hanga Roa”. Nos recibió un chihuahua insoportable que intentaba a como dé lugar devorarnos la pierna mientras bajábamos medio dormidos las maletas.
La verdad no dormí muy bien porque ninguna ventana tenía seguridades, y el cuarto de las Marías daba a un escampado oscuro donde fácilmente podría haber pernoctado el monstruo de los Andes.
A la mañana siguiente ellos solo querían surfear y yo solo quería encontrar mi casita del internet que ya había reservado por teléfono.
Luego de subir y bajar cerros cien veces, preguntar en cada esquina, y gastar una planilla de terror en llamadas para que me indiquen la dirección exacta, dimos con la casita! Y siempre estuvo frente a la hostería…
Era exacta a las fotos….me refiero a que muchas veces usan la tecnología moderna para retocar y a veces cambiar totalmente lo que ofrecen, pero este no era el caso, era una maravilla de tres desniveles en la montaña frente a un precioso mar.
A veces me pregunto por qué viajar tantas horas para quedarnos una semana en un lugar muy parecido al que vivimos desde hace 12 años. No lo sé exactamente, pero luego de esas vacaciones increíbles de Febrero, decidimos regresar hace dos semanas.
Esta vez ya conocíamos el camino, y fuimos preparados llevando todas las compras del super (allá todo es carísimo).
El plan era quedarnos una semana, pero un día antes, las cosas se complicaron por un dolor insoportable de una de las Marías. Busqué en mi botiquín (funda de Fybeca) y le di algunas cosas que la tranquilizaron esa madrugada. A la mañana siguiente volvió el dolor con más fuerza, así que arriesgándome a la retada, llamé a mi papi, tan citadino y práctico, que no entiende por qué tenemos que viajar y aventurarnos exponiendo a nuestras hijas al peligro constante.
Lo primero que dijo fue: “Cuidado va a ser apendicitis, llévala en este instante a que le hagan un hemograma completo, y coge la avioneta y regresa”….papi no soy la señora Travolta.
Fulmine, apendicitis.
Viajamos 6 horas envueltos en la angustia de esta niña que se retorcía como poseída, y la otra que tenía hambre, y la otra que preguntaba si podía salir más tardecito, aprovechando que nos quedaríamos en Guayaquil.
Finalmente todo salió bien, la operaron esa noche, dormimos casi todos con ella, nos botaron en la madrugada, nos pidieron disculpas al día siguiente acompañadas de 5 canastas de chocolates, etc. etc. cosas que si no nos pasaran, no tendría blog que escribir.
jajajajaa me encantó tu "botiquín" jajjaja
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