Una de mis teorías es que te das cuenta que estás haciéndote adulto (envejeciendo es muy rudo) cuando empiezas a comer cosas que antes odiabas. Veamos, ¿a qué niño le gusta el pimiento, los champiñones, la langosta, el jugo de tomate de árbol y una eterna lista de vegetales y frutas exóticas? A ninguno, no señor! Pero cuando crecemos, somos bien capaces de pedir unos anticuchos con salsa a la huancaína, totalmente conscientes de que estamos pagando por unos pedazos de corazón en salsa picante.
Entonces, he clasificado las comidas por edades, y aunque aún no llego al vergonzoso momento de preguntarme si no me hará daño comer chocolate a estas horas, o si la torta borracha tendrá mucho licor, debo reconocer que ahora me arriesgo a probar comidas nuevas, un claro síntoma de la adultez.
Mi edad actual es de las aceitunas en la pizza como ingrediente extra.
Y como siempre se aprende algo nuevo en esta vida, gracias a este ingrediente que odiaba de niña, me tocó descubrir que hay gente que hace pizzas con aceitunas con pepa. Terrible no? Y si ud. querido lector, es de los que piensa que soy demasiado quejona (que sí puede ser también), le pido que haga un viaje mental a un agradable restaurante, en una playa del océano pacífico, con su linda y hambrienta familia. Ahora esperen de pie 15 minutos a que los de la mesa que ya terminó de comer, terminen de conversar. Una vez sentados, esperen otros 20 minutos a que uno de los 6 meseros le limpie la mesa. Cuando por fin le limpian la mesa, el mesero les pide que se muden a la mesa sucia de alado, porque la que acaban de limpiar es para 6 personas y ustedes son solo 5. Recuerde que es una agradable velada familiar, asi que cero estrés. Se sientan en la nueva mesa, y solo hay 4 puestos, así que le tocó quedarse parado otros 10 minutos hasta que le consigan silla. Y aquí pregunta en voz alta "Y será que nos vamos a otro lado?", a lo que el personal familiar le contesta un NO al unísono, porque ya han esperado 45 minutos y qué es lo peor que puede pasar.
Ajá! Llegado a este punto, sigo con mi relato en primera persona.
Se acerca el mesero pidiendo disculpas por la demora y nos ofrece la carta. Nosotros le ofrecemos disculparlo si no se va mientras nos decidimos, así que de una vez se lleva nuestro pedido de una pizza familiar extra queso y una familiar extra aceitunas.
Luego de 40 minutos más, por fin llega nuestro pedido, y con él la duda razonable: Pedí aceitunas? Luego de confirmar que efectivamente me cobraron el ingrediente extra invisible, llamo al mesero. Se vuelve a disculpar y se lleva la pizza para regresarla con 3 aceitunas lanzadas al descuido. Mi cara le hace disculparse de nuevo y explicar que se le acabaron las aceitunas. Ok, demasiada hambre para discutir, comamos!
Y allí es cuando descubro dolorosamente que disque es normal que en Argentina te pongan en la pizza aceitunas con pepa, que no les importa si te atoras, y que si no te gusta te puedes ir porque hay harto comensal esperando sentarse en tu mesa.
El argentino dueño de la pizzería, los meseros, comensales y casi todo el pueblo, descubrieron que se toparon con la persona equivocada para esa filosofía barata.
Ajá! Llegado a este punto, sigo con mi relato en primera persona.
Se acerca el mesero pidiendo disculpas por la demora y nos ofrece la carta. Nosotros le ofrecemos disculparlo si no se va mientras nos decidimos, así que de una vez se lleva nuestro pedido de una pizza familiar extra queso y una familiar extra aceitunas.
Luego de 40 minutos más, por fin llega nuestro pedido, y con él la duda razonable: Pedí aceitunas? Luego de confirmar que efectivamente me cobraron el ingrediente extra invisible, llamo al mesero. Se vuelve a disculpar y se lleva la pizza para regresarla con 3 aceitunas lanzadas al descuido. Mi cara le hace disculparse de nuevo y explicar que se le acabaron las aceitunas. Ok, demasiada hambre para discutir, comamos!
Y allí es cuando descubro dolorosamente que disque es normal que en Argentina te pongan en la pizza aceitunas con pepa, que no les importa si te atoras, y que si no te gusta te puedes ir porque hay harto comensal esperando sentarse en tu mesa.
El argentino dueño de la pizzería, los meseros, comensales y casi todo el pueblo, descubrieron que se toparon con la persona equivocada para esa filosofía barata.
Luego de algunos años de este anecdótico incidente, de casualidad volví a encontrarme con este argentino, en un inusual viaje poco agradable y lleno de complicaciones. Entre miradas esquivas y te saludo o me hago la loca, terminamos riendo de aquel día en el que casi se me quiebra la muela en su pizzería, y luego de compartir un par de relatos sobre lo que hacíamos en ese país que no era el suyo ni el mío, llegamos a la conclusión que indudablemente Toda aceituna tiene su pepa.
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