Algún recuerdito típico de Nicaragua debía llevarme, asi que la parada técnica incluyó curiosear un poco y descubrir a un hombre sencillo con un enorme talento.
El es Erwin Ocampo, nunca recibió educación formal y todo lo que hace lo aprendió de sus padres y abuelos.
Michelle tiene dos años, y su día se alegra cuando sus papás la alistan y la suben a la moto para recorrer más de una hora y llegar a su lugar de trabajo, en donde pasan juntos hasta anochecer.
Luego de algunos intentos fallidos de acercamiento, logré que me enseñara sus juguetes, adornos que en alguna travesura rompió, y ahora los cuida con recelo.
Mientras su papá se esmera en sacarle brillo a todas las artesanías para convencerme de llevar mas de una, Michelle se sienta a envolver su querido chanchito, así como los ha visto hacer cientos de veces a sus papás.
Es como si supiera que eso significa que comerán mejor, tal vez se compren algo de ropa, o simplemente hagan mas creaciones, lo que sea que la mantenga pegada a ellos la hace feliz.
Al final esta pequeñita dejó su timidez a un lado y me llevó a conocer sus pinturas, con las que empieza a pintar la gallinita que rompió. Le enseño mi cámara y sus fotos, y por fin me sonríe por primera vez.
Me despedí llevando conmigo algunas de las creaciones de este talentoso artesano, y al llegar a la casa y sacarlas con cuidado, encuentro mal envuelto en periódico adentro de una vasija, un jarroncito con el dibujo de un colibrí. Fue el regalo que me dio la pequeña Michelle, tal vez por hacerla sonreír.
Otro tesoro para mi colección.