martes, 3 de febrero de 2015

Lo que nunca ha pasado, hasta que pasa




Siguiendo en la búsqueda de nuestras aventuras sin olas, apareció en el mapa Bucay y sus famosas cascadas.

Preguntado llegamos, y luego del maduro asado y el acostumbrado regateo con “el señor del arnés”, nos alistamos y empezamos la escalada.

El plan era llegar a la cima, así que empezamos la empinada y tortuosa subida con nuestro guía adelante explicándonos rapidito lo que iría a continuación: Bajaríamos dos cascadas, la primera pequeñita nomás, como para poner en práctica el instructivo flash que acabamos de escuchar, y del cual no recordaba nada,  y perder el terror de ECHAR EL CUERPO PARA ATRÁS, sabiendo que no hay nada de dónde agarrarse, a más del cabito que tienes amarrado; y la segunda cascada si era “un poquito” difícil, decenas de metros más profunda, con el chorro de agua en la cara y el pequeño y simpático detalle de tener que poner el zapato en piedras resbalosas, y no resbalar! A esto le llamamos Rápel.

En este punto ya me arrepentí, y quise bajar por donde subimos, pero no me lo aconsejaron, porque lo más probable era que termine resbalando y cayendo 50 metros abajo sin cuerdita de dónde agarrarme.

Mierda! Tenía que hacer el rápel.

Mi hija y su perfecto rápel

Las primeras en bajar fueron mis hijas, y con los gritos de terror, acompañados de palabrotas que les prohíbo decir, empecé a marearme y sentir que la sangre se me iba a los pies, y aunque me confirmaron que habían llegado sanas y salvas y se les escuchaban las risas y la diversión sin fin, yo sabía con certeza que me iba a arrepentir de esta aventura.

Como debía bajar, con glamour, como la chica de la foto


Llegó mi turno, repitiendo los tips principales en voz alta para no olvidarme de nada: piernas abiertas extendidas, si las cierro me voy de lado; con la mano izquierda me agarro de la cuerda y con la mano derecha doy más cuerda para bajar; poner los zapatos con la suela pegada a la roca, no en puntas ni despegarlos de la roca; siempre lanzar el cuerpo hacia atrás.



Empezó mi descenso, y resultó perfecto. La alegría y la confianza se apoderaron de mí y me dieron la fuerza y seguridad para la siguiente cascada, la tuca, la que me consolidaría como la mamá aventurera y divertida de que me jacto ser. Macro error.

Todo empezó bien, repitiendo en mi cabeza los tips. Pero luego de haber bajado unos 5 metros, mi pie izquierdo no encontró ninguna roca en que apoyarse. El instructor me gritaba desde arriba que así mismo era, que sin miedo me lance nomas, que sentiría el chorro de agua, que más abajito aparecería de nuevo la montaña de piedra, que así mismo es.


Bueno, así mismo no era. Sin piedra donde apoyar mi pie izquierdo, pierdo el balance y me voy de lado hasta quedar debajo del “chorrito” de la cascada, y la desesperación del agua ahogándome me hizo mezclar todas las instrucciones: Cerrar las piernas, darle cuerda con la mano derecha, me sostengo con la izquierda, los zapatos tienen que estar en punta, me hago hacia adelante…!


Como bajé y me quedé, literal
No se cómo, pero quedé literalmente de cabeza, colgada de un solo pie con la cuerda enredada, balanceándome de un lado al otro , mirando 50 metros más abajo los filos de las rocas que asomaban  saludándome. 



Estoy segura que pasé 20 minutos colgada, tratando de enderezarme en vano, maldiciendo no saber hacer abdominales de cabeza, gritándole al “señor del arnés” que baje a salvarme porque me muero, ahogándome con el chorrazo de agua en cada grito, y rogando a todos los Santos que nadie me esté filmando.




Por fin apareció el guía que me agarró con su arnés y bajamos en “tándem”, mientras me repetía una y otra vez que no sabía que pasó, porque nunca les había pasado… y yo solo me le prendía del cuello y le suplicaba que no me suelte!

Cuando toqué el suelo sana y salva, me ovacionaron con aplausos los turistas que se habían amontonado con tremendo escándalo, y decidieron después de eso mejor ir a ver las aves nomás.

Luego del llanto y los abrazos consoladores de mi tribu, me aclararon que solo estuve colgada 2 minutos, que fue mi culpa por mezclar los tips del guía, y que si se me rompía la cuerda seguro sobrevivía porque el estanque era medio profundo.

A la misma cascada no regresaré, pero seguro si a las muchas otras que hay en mi lindo país, total, ¿Qué posibilidades hay de que me pase lo mismo dos veces?


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