Siguiendo en la búsqueda de nuestras aventuras sin olas,
apareció en el mapa Bucay y sus famosas cascadas.
Preguntado llegamos, y luego del maduro asado y el
acostumbrado regateo con “el señor del arnés”, nos alistamos y empezamos la
escalada.
El plan era llegar a la cima, así que empezamos la empinada y
tortuosa subida con nuestro guía adelante explicándonos rapidito lo que iría a
continuación: Bajaríamos dos cascadas, la primera pequeñita nomás, como para
poner en práctica el instructivo flash que acabamos de escuchar, y del cual no
recordaba nada, y perder el terror de
ECHAR EL CUERPO PARA ATRÁS, sabiendo que no hay nada de dónde agarrarse, a más
del cabito que tienes amarrado; y la segunda cascada si era “un poquito”
difícil, decenas de metros más profunda, con el chorro de agua en la cara y el
pequeño y simpático detalle de tener que poner el zapato en piedras resbalosas,
y no resbalar! A esto le llamamos Rápel.
En este punto ya me arrepentí, y quise bajar por donde
subimos, pero no me lo aconsejaron, porque lo más probable era que termine
resbalando y cayendo 50 metros abajo sin cuerdita de dónde agarrarme.
Mierda! Tenía que
hacer el rápel.
Mi hija y su perfecto rápel |
Las primeras en bajar fueron mis hijas, y con los gritos de
terror, acompañados de palabrotas que les prohíbo decir, empecé a marearme y
sentir que la sangre se me iba a los pies, y aunque me confirmaron que habían
llegado sanas y salvas y se les escuchaban las risas y la diversión sin fin, yo
sabía con certeza que me iba a arrepentir de esta aventura.
Como debía bajar, con glamour, como la chica de la foto |
Llegó mi turno, repitiendo los tips principales en voz alta
para no olvidarme de nada: piernas abiertas extendidas, si las cierro me voy de
lado; con la mano izquierda me agarro de la cuerda y con la mano derecha doy
más cuerda para bajar; poner los zapatos con la suela pegada a la roca, no en
puntas ni despegarlos de la roca; siempre lanzar el cuerpo hacia atrás.
Empezó mi descenso, y resultó perfecto. La alegría y la
confianza se apoderaron de mí y me dieron la fuerza y seguridad para la
siguiente cascada, la tuca, la que me consolidaría como la mamá aventurera y
divertida de que me jacto ser. Macro error.
Todo empezó bien, repitiendo en mi cabeza los tips. Pero
luego de haber bajado unos 5 metros, mi pie izquierdo no encontró ninguna roca
en que apoyarse. El instructor me gritaba desde arriba que así mismo era, que
sin miedo me lance nomas, que sentiría el chorro de agua, que más abajito
aparecería de nuevo la montaña de piedra, que así mismo es.
Bueno, así mismo no era. Sin piedra donde apoyar mi pie
izquierdo, pierdo el balance y me voy de lado hasta quedar debajo del “chorrito”
de la cascada, y la desesperación del agua ahogándome me hizo mezclar todas las
instrucciones: Cerrar las piernas, darle cuerda con la mano derecha, me
sostengo con la izquierda, los zapatos tienen que estar en punta, me hago hacia
adelante…!
Como bajé y me quedé, literal |
No se cómo, pero quedé literalmente de cabeza, colgada de un
solo pie con la cuerda enredada, balanceándome de un lado al otro , mirando 50
metros más abajo los filos de las rocas que asomaban saludándome.
Estoy segura que pasé 20 minutos colgada, tratando de enderezarme
en vano, maldiciendo no saber hacer abdominales de cabeza, gritándole al “señor
del arnés” que baje a salvarme porque me muero, ahogándome con el chorrazo de
agua en cada grito, y rogando a todos los Santos que nadie me esté filmando.
Por fin apareció el guía que me agarró con su arnés y bajamos
en “tándem”, mientras me repetía una y otra vez que no sabía que pasó, porque
nunca les había pasado… y yo solo me le prendía del cuello y le suplicaba que
no me suelte!
Cuando toqué el suelo sana y salva, me ovacionaron con
aplausos los turistas que se habían amontonado con tremendo escándalo, y
decidieron después de eso mejor ir a ver las aves nomás.
Luego del llanto y los abrazos consoladores de mi tribu, me
aclararon que solo estuve colgada 2 minutos, que fue mi culpa por mezclar los
tips del guía, y que si se me rompía la cuerda seguro sobrevivía porque el
estanque era medio profundo.
A la misma cascada no regresaré, pero seguro si a las muchas
otras que hay en mi lindo país, total, ¿Qué posibilidades hay de que me pase lo
mismo dos veces?
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